jueves, 19 de marzo de 2009

La Fuerza de la Palabra




Cierta vez, una joven fue a atenderse con un sabio para confesar sus pecados.
Él sabio ya conocía muy bien de sus fallos.
No es que ella fuera mala, pero solía hablar de los amigos, de los conocidos, deduciendo historias sobre ellos.
Esas historias pasaban de boca en boca y acababan haciendo mal sin ningún provecho para nadie.
El sabio dijo:
Mi hija usted actúa apenas hablando de los otros; tengo que darle un deber.
Usted deberá comprar una gallina en el mercado y después caminar hacia fuera de la ciudad.
Mientras que usted va caminando , deberá arrancarle las pumas e ir esparciéndolas. No aparezca hasta haber desplumado completamente la ave.
Cuando hubiera hecho eso, vuelva y me cuente.
Ella pensó como devota que era realmente un deber muy singular!
Pero no objetó. Compró la gallina, salió de la caminando y arrancando las plumas , como él sabio Avia dicho.
Después volvió y le contó al sabio. –
Mi hija - dijo el sabio - usted completó la primera parte del deber.
Ahora viene el resto. - Sí señor, que es? –
Usted debe volver por el mismo camino y recoger todas las plumas . –
Pero señor es imposible!
Ha esta hora el viento ya las esparció por todas las direcciones.
Puedo hasta conseguir algunas, pero no todas! –
Es verdad, mi hija. Y no es eso aunque acontece con las palabras tolas que usted deja salir?
No es verdad que usted inventa historias que van siendo esparcidas por ahí, de boca en boca, hasta que se queden fuera de su alcance?
Será que usted conseguiría seguirlas y cancelarlas si lo deseara? –
No, señor.
Entonces, mi hija, cuando usted sienta gana de decir cosas indelicadas sobre sus amigos, cierre los labios.
No desparrame esas penas, pequeñas y maldosas, por su camino.
Ellas hieren, lastiman, y te alejan del principal objetivo de la vida que es tener amigos y ser feliz!
Piense en eso... Usando sólo lindas palabras...

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