viernes, 9 de octubre de 2009

Mi bondadoso Preto Velho

"Inento ser como el sándalo que perfuma el hacha que lo corta".
Cuántas veces con el alma herida, con el corazón lleno de ira, con la mente turbia por el dolor de la injusticia, yo clamaba por venganza, y Tu, oculto en el fondo de mi ego, con bondad compasiva me susurrabas: "ESPERANZA". Cuántas veces quise desafiar a la humanidad, enfrentar el mal con maldad, ojo por ojo, diente por diente, y Tu, escondido en mi mente, me decías simplemente: "Sé que la maldad y la traición hieren al corazón, pero, responder con ofensas, no traerá la solución. Para, piensa, medita y otorga el perdón. Yo también sufrí bastante, yo también fui humillado, yo también sufrí injusticias. De las savanas africanas, siendo un mozo fuerte, libre, y en un instante transformado en esclavo encadenado, ninguna oportunidad tuve. Una rebeldía creciente me envolvía intensamente, porque algo me decía que yo nunca mas vería mi tierra de entonces, no oiría el trinar de los pájaros, el bramido de los elefantes, el rugido del león; mi raza de gigantes de la que tanto orgullo tuviera, yacía despedazada, desnuda, fría, encadenada en un sótano infectado. Un odio intenso atormentaba mi pecho, ¿por qué OIÀ no mandaba una gran tempestad? Quería que Xangô con sus rayos partiese aquella nave maldita, que matase a aquella gente que tan cruel se mostrara, que hasta mi pobre madre, tan frágil, tan viejecita, por pura maldad fue encadenada. Y Iemanjá, dónde estaba que no veía nuestra desgracia, no sentía acaso nuestro dolor, su pecho no sangraba? Sus oidos no escuchaban la súplica que yo le hacía? Si Iemanjá ordenase, el mar se abriría, las ondas nos envolverían; a mi pueblo ella daría la deseada libertad, y a los que nos esclavizaron, la necesaria venganza.Pero nada sucedió, mi madrecita no resistió y murió; su cuerpo fue lanzado al mar, mi pueblo amedrentado, en el mercado fue vendido, unos para acá, otros para allá y, como ganado, nos marcaron con un hierro caliente. ¿Dónde entonces estaba Ogum? ¿Por qué no vencía a aquella? ¿Dónde estaban sus armas, sus lanzas de guerra? Pero, nada sucedía, y para el lado que mirase, solamente una cosa veía: tierra, tierra extraña.Tierra que siempre exigía mas de nuestros cuerpos sudados, de nuestros cuerpos cansados. Era la senzala, era el tronco, el gato de siete rabos que nos arrancaba el cuero; era la faena, era la cosecha que para nosotros era estafa, para el señor era oro. Cuántas veces, después que el sol se escondía, allá al fondo de la senzala, con los mas viejos, aprendía que nuestro destino no sería siempre así, cuántas veces me dijeron que Zambi me estaba mirando. Recuerdo una mañana, que el rencor era grande, vi salir de la casa grande a la hija de mi patrón. Ingenua, desprotegida, y mi pensamento voló: es la hora de la venganza, voy a matar esa muchacha, voy a vengar a mi gente, y si por eso me muero, sé que voy a morir contento. Y la pequeña caminaba alegre, despreocupada, venía en mi dirección; como la fiera aguarda su presa, yo esperaba ansioso, mi hora había llegado. Yo traía las manos sudadas, y en ese momento odioso, mi corazón disparaba, vi el tronco, vi el chicote, vi mi pueblo sufriendo, muriendo, y nada mas vi entonces. Corriendo como un poseído, la agarré por un brazo y la levanté del suelo. Pero, para mi sorpresa, cuando alcé a la niña, vi que una serpiente ponzoñosa, estaba a punto de morderla, y me quedé mirando la serpiente que se escondía en el matorral. Después, con la criatura en mis brazos, miré mis puños de acero que debían matarla... miré sus lindos ojitos que me miraban con ternura. Me hizo un gesto de cariño, yo estaba emocionado, no sabía qué decir, no sabía que pensar. Era la primera persona blanca que me trataba bien, y era una niña. Mis pensamientos estaban inmersos en una gran confusión, sentí una opresión en el pecho, mis manos desgastadas por el hacha, por la azada y el machete no la matarían, no habría venganza, pues mi Dios no permitiría que muriese esa criatura. Y porque me daba cuenta que no todos los blancos eran malos, y que la generación de esa niña quizás cambiara la historia.Así transcurrió el tiempo, del joven fuerte de antes, muy poco conservé, hasta que un buen día la hora me llegó y Benedito desapareció de esta tierra...Pero del otro lado de la muerte encontré una nueva vida, mas larga, mas fuerte, mas amorosa, una vida en la que los sufrimientos de otrora ya no importan. Ahora entiendo que nada fue en vano... Fuimos mártires esa vida, pero fue la única manera de traer a este continente nuestra religión. Y si es cierto que la sangre inocente sirve para hacer milagros, esta Umbanda tan querida, religión de corazón, paz, amor, y perdón, crecerá inmensamente por el mundo, enseñando a todos que se puede olvidar el sufrimiento y hacer renacer la esperanza".

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